domingo, 6 de noviembre de 2011

Prefacio de “Revoluciones sin cambios revolucionarios. Ensayos sobre la crisis en Centroamérica” de Edelberto Torres-Rivas


Inicialmente este libro fue concebido como un proyecto so­bre el desarrollo integral de Centroamérica, es decir, los cambios económicos y políticos a partir de los años sesenta, que le diera continuidad a aquel ya viejo li­bro de nombre equívoco –Interpretación del desarrollo so­cial centroamericano–,[1] que termina justamente en esos años. El tiempo todo lo cambia porque el germen ini­cial del proyecto fue parte del compromiso académico asu­mido durante una estadía en el Rockefeller Center for Latin American Studies, Harvard, en el año 2001. Du­rante el tiempo transcurrido escribí varios trabajos en esa dirección, que fueron completando aquel pro­pósito nunca satisfecho. El proyecto cambió de rumbo en distintas estaciones de la vida. Ahora es un conjunto ar­ticulado de ensayos sobre la crisis política de los años setenta/ochenta del siglo pasado que condujo a in­tentos revolucionarios en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

El interés por solo tres países de la región está así explicado. En consecuencia aquel ambicioso empeño tie­ne dos limitaciones: su mirada se redujo en el tiempo y en el espacio. No es una investigación en el sentido empírico de búsqueda personal de datos, sino ordena­ción e interpretación de relatos, cifras y datos que otros investigadores recogieron o produjeron.

Este trabajo es un ejercicio personal, de la cuarta edad, de reflexión sobre Centroamérica, una crónica de lo sucedido en esta región atormentada y dolorosa, lle­na de rebeldías y fracasos, con una historia empe­cinada por hacer menos injusta la sociedad. No lo he­mos logrado. También es una incursión para saber más sobre sus clases dominantes y sus expresiones de po­der. Largos años para entender y explicar el pro­longado drama, encontrar el sentido del terror y la muerte y el dolor de decenas de centenas de personas, don­de hubo familiares, amigos, desconocidos. El tor­bellino de la guerra civil ha herido a dos generaciones y deja una herencia de la que aún no somos conscientes pa­ra aprender y continuar. Y menos para librarnos, co­mo sociedad, de sus perversos efectos.

Con disculpas por las referencias personalizadas, só­lo quiero recordar que el primer libro que publiqué, arri­ba mencionado, fue escrito cuando la crisis y la vio­lencia revolucionarias estaban gestándose. Cuando creíamos en el socialismo, en clave cubana, con más fer­vor que certezas. Ahora se publica este trabajo, cua­tro décadas después, en que se ha vivido un te­rremoto histórico, teórico, personal: el socialismo se hun­dió en lo profundo por sus debilidades y virtudes; el marxismo debilitado en sus extraordinarios méritos teó­ricos busca sin encontrar aún las nuevas condiciones de su modernidad; la revolución centroamericana fue de­rrotada por su inherente imposibilidad histórica. De esa imposibilidad nunca percibida habla este traba­jo. La revolución en Centroamérica era necesaria con la misma fuerza por la cual era inviable. Así, fuimos do­blemente derrotados.

Por la fuerza de arraigadas convicciones ideológicas es difícil la actitud neutral frente a los hechos aquí es­tudiados. Las ciencias sociales exigen objetividad co­mo garantía de su capacidad explicativa; la verdad es una relación íntima entre el sujeto y la realidad, un pre­cipitado histórico que califica una relación de co­nocimiento y que produce una verdad personal. La con­clusión es que la verdad histórica que aquí se pre­senta, constituye una interpretación particular de da­tos, documentos, testimonios. Casi un libro sobre li­bros. No fui actor ni testigo, sino espectador activo pe­ro lejano, de ahí que mi empeño sea conocer, com­prender e interpretar.

Dicho más simplemente, entender lo que sucedió. Es­tá pendiente aún la obra que integre y resuma este pe­dazo difícil de nuestra historia; alguien que haga el amplio mural que recoja con trazos maestros la pin­tura de cómo la sociedad centroamericana se re­volvió para cambiar, ese esfuerzo de dolor y heroísmo que por momentos nos resulta inútil. Hasta ahora solo abun­damos los mediocres dibujantes, o pintores que a base de bocetos, diseños inacabados, trazos impreci­sos, mal uso de espacios y colores, nos hemos acercado al tema.

Lo que ha sucedido en Centroamérica es un desafío que excede en mucho lo que ha sido el común de la his­toria latinoamericana y que resulta difícil explicarlo pa­ra la teoría política. Por ello alguna vez me pregunté si hay ciencias sociales de la anormalidad; y refiriéndose a las originalidades de la historia de Paraguay, Delich afirma que ese país es o debería ser considerado como uno de los mejores cementerios en la región de teorías exis­tentes y simultáneamente como una rica veta de nue­vas proposiciones.[2] ¿Dónde hubo, como en El Sal­vador, una dictadura militar, o un régimen dinástico que como en Nicaragua se prolongó por casi medio si­glo? ¿Cómo entender un orden político que como en Guatemala pretendió ordenar la sociedad asesinando a más de cien mil ciudadanos en un lapso no mayor de dos años? No es fácil entender cómo en un pequeño país como El Salvador, de 34 mil kilómetros cuadrados, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) pudo articular el ejército popular más grande ja­más habido en América Latina que no pudo ser de­rrotado por el ejército mejor armado por Estados Unidos, pero tampoco pudo ganar. Aún más difícil es entender cómo triunfó en Nicaragua el fsln, que un año antes de entrar con fervorosos cantos a Managua no tenía más de 300 militantes organizados.

En toda esta escritura, las simpatías son evidentes en tanto son inevitables, se filtran de manera casi in­consciente sin que por ello se olvide el compromiso de buscar la verdad sobre estas historias y decirla. Es di­fícil el deber ser objetivo en el tratamiento de epi­sodios próximos a la emoción. Somos conscientes del com­promiso de no confundir el análisis con la denuncia y en esta oportunidad, más próximos a Bobbio que a Weber comprendemos que la disyuntiva es un asunto de oportunidad, del momento en que se hace una u otra cosa. Vale decir, hay un tiempo para hacer las acu­saciones y las querellas y otro para ejercitar la re­flexión. En la visión posmoderna la epistemología de las ciencias sociales es light, lejana, y sentencia que só­lo las ciencias de la naturaleza están más cerca de la verdad objetiva.

Varias aclaraciones son oportunas: en los distintos mo­mentos de la redacción de este trabajo se tuvo la con­ciencia de que algo más había que decir, tal vez mar­ginal al texto por su valor aclaratorio, esclarecedor, ne­cesario como resultan ser a veces las notas al margen de la página. Son las reflexiones adicionales que apa­recen como excursus, y que pueden no leerse, que de­sestimarlas no influye en los argumentos centrales. Se tiene conciencia de que lo que allí se dice forma par­te de alguna argumentación; se decidió dejarlo a re­serva de las críticas que despierte.

Este estudio comprende los tres países de Centro­américa donde hubo guerra civil o conflicto armado: Ni­caragua, El Salvador y Guatemala. Existe la creencia en ciertos círculos académicos de que Centroamérica es una sociedad continua en el sentido que posee ras­gos o caracteres parecidos entre sí y por ello suscepti­bles de explicaciones comunes. ¿Es más fuerte la heterogeneidad que la atraviesa? El ecúmene es pare­cido y diverso. La pretensión no es buscar esa fidelidad sino los aspectos particulares en que esas sociedades son diferentes porque estas han resultado ser más im­portantes.

Más bien hay que distinguir la evidencia que las di­ferencias distinguen, las que aparecen grabadas en el largo plazo o en los borrosos acontecimientos de la coyuntura (¿historia y sociología?). Las que vienen de la observación directa, del presente vivo, y otras, de la observación indirecta del pasado (¿sociología e historia?). Se comparten en Centroamérica, sin duda, algunas experiencias históricas genéricas como la si­tuación colonial, el subdesarrollo económico y la con­dición dependiente reforzadas más que por la geografía, por la historia.

En este empeño analítico lo que más vale como fac­tor explicativo es el vaivén entre lo parecido y lo de­sigual, aplicando “el método de las diferencias”, y esa búsqueda para entender lo que en el velo de las apa­riencias parecieran ser causas similares y que pro­ducen a través del accionar de los actores, resultados opuestos. Hay una cuestión de circunstancias que a ve­ces confunde, y es que los procesos de crisis en los tres países mencionados fueron coetáneos, sincróni­cos y se desarrollaran en un escenario internacional co­mún calificado por la Guerra Fría, el anticomunismo y la política exterior de Estados Unidos.

Junto al interés por una visión de conjunto de la his­toria centroamericana para proponer síntesis expli­cativas, interesa también la comparación sistemática de su diversidad local, no tanto porque ocurrieron en un tiempo próximo sino porque las animaron intereses y propósitos parecidos y diferentes. El malestar colec­tivo surgió de múltiples causas, pero adoptó formatos que genéricamente llamamos procesos revoluciona­rios. Al comparar procesos de descomposición política, sa­bemos que se realizaron por factores locales diversos pero que condujeron a enfrentar enemigos parecidos y a establecer solidaridades fraternales entre los sectores do­minados. Es importante, de manera gradual, sacar con­clusiones genéricas, y parear experiencias comunes, ob­tener comprobaciones generales apoyadas en hechos particulares y ponerlo todo a prueba porque sirven para mejorar la comprensión del momento histórico.

Y ahora, unas palabras finales sobre la modalidad de este trabajo que reúne en formato de libro varios en­sayos temáticos ordenados por capítulos; se espera que los problemas guarden un orden integral, lo que no evita algunas repeticiones; en el esfuerzo interpreta­tivo resultaron inevitables algunas reiteraciones que pue­den llegar a ser imprudentes. Todo lo aquí escrito es de responsabilidad personal. El texto completo no ha sido leído por ningún colega amigo, pero muchos pun­tos difíciles, especialmente los más polémicos, han sido largamente discutidos por muchos y en mu­chas partes. En las Flacso, por ejemplo. Por ello, no son cuestiones originales sino problemas que las cien­cias sociales centroamericanas y la vida política ha venido planteando desde hace tiempo. Las interpreta­ciones personales tampoco buscan la originalidad aun­que estén planteadas, tal vez, provocadoramente. La idea central es de doble faz, la necesidad de la re­volución y la imposibilidad de realizarla.

De nuevo, y para terminar, si hay errores no son só­lo míos. Asumo la culpa como todos los autores sue­len decir tradicionalmente en el prólogo, pero tam­bién la comparto. Mi hijo Edelberto Torres Escobar me ha criticado y ayudado eficazmente en la etapa fi­nal. Numerosos amigos han discutido estos asuntos y a todos les estoy profundamente agradecido, pero son de alguna manera mis cómplices. Tampoco existe ins­titución alguna para agradecer por el tiempo, el apo­yo institucional o el financiamiento otorgados pa­ra preparar el libro. No tuve mecenas de ningún pe­laje. Lo hice trabajando sábados, domingos, feriados y vacaciones, siempre corriendo, fatigando mis ilusio­nes. Ahora lo publico convencido de que para algo puede servir.


Edelberto Torres-Rivas
Guatemala de la Asunción
Mes de marzo de 2011



[1]. Publicado primero en Chile con el título de Centroamérica: pro­cesos y estructuras de una sociedad dependiente (1970); con modi­ficaciones sustantivas fue publicado en Costa Rica (1973) con el título de Interpretación del desarrollo social centroamericano.

[2]. Francisco Delich (2007: 109) indica que la frase es de Kalman Silvert.

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