De un diamante sólo pueden y deben decirse refulgencias.
Y refulgencias son las que han dicho acerca de la versión que Luis Enrique Sam Colop nos dejó del Popol Wuj.
Para el novelista guatemalteco/español Francisco Pérez de Antón, por ejemplo, fue “un privilegio presentar esta nueva edición del Popol Wuj, la obra más sustantiva y trascendental de la literatura precolombina en el continente americano. Y el motivo se debe a que no estamos ante una traducción más, sino acaso ante la definitiva, merced al extraordinario trabajo de un lingüista con el talento, el saber y la dedicación del doctor Luis Enrique Sam Colop”, quien “ha empleado 5 años de su vida en traducir con acuciosidad rayana en la obsesión esta joya de la literatura, la mitología y la historia prehispánicas. Y no lo ha hecho a partir de copias o textos de segunda mano, sino del original que se encuentra en la Newberry Library de Chicago.
“El doctor Sam Colop aventaja a los traductores anteriores en tener la lengua quiché por lengua materna, lleva más de 25 años dedicado al estudio de la poesía maya y, por si eso no fuera bastante, ha mantenido consultas permanentes con destacados especialistas de las culturas precolombinas de Guatemala.”
Para Irma Otzoy, la hoy viuda de Sam Colop, “El Popol Wuj es también único en su naturaleza, por cuanto congrega… la cosmogonía y arte escrito de la cosmovisión maya… Como mujer kaqchikel me siento honrada de comentar el Popol Wuj en esta traducción particular… Esta versión es célebre porque nos accede al Popol Wuj en forma clara y con lujo de recursos fundacionales. Es una versión que se vale de fuentes históricas, lingüísticas y antropológicas que deja poco espacio al acertijo o a las aproximaciones del traductor, o bien a elucubraciones esotéricas.
“Es una traducción que hace sentir el dinamismo del mundo indígena. La noción cíclica del tiempo maya no repite idénticamente cada ciclo, opera con modificación. El lenguaje poético de coplas, tripletes, cuartetos que afloran en todo el texto, invitan a profundizar sobre la historia de los pueblos indígenas y a querer experimentar el arte de la palabra maya en cada una de sus lenguas.”
Según la también doctora Irmalicia Velásquez Nimatuj, Sam Colop “demuestra que los k’iche’ contemporáneos no sólo son capaces de elaborar con calidad las más fieles traducciones de los textos de las madres y padres de la palabra, sino además se convierte en un traductor-develador que corrige colosales errores de las traducciones anteriores y con elegancia muestra al conocimiento universal la original mitología y la histórica poesía con que los tres maestros de la palabra venidos de la orilla del mar escribieron.”
Por lo que a mí respecta –que no soy ni pretendo ser novelista ni español ni guatemalteco ni maya ni caqchikel ni quiché ni doctor, pero eso sí, un lector con el supremo derecho de leer un libro desde la primera hasta la última línea o abandonarlo desde la primera, recomendarlo o descalificarlo por los siglos de los siglos--, sólo agregaré que durante 45 años jamás pude concluir la lectura de las traducciones del Popol Wuj anteriores a la de Luis Enrique, pero hoy, gracias a la excesiva siembra y escasa cosecha de él, gracias a su esfuerzo permanente por hacer de Guatemala un lugar menos bruto y mucho menos brutal, ya perdí la cuenta de las veces que he leído y releído su prodigiosa e irrepetible versión, una traducción que sólo pudo tener su origen en la sabiduría amorosa de un Maestro de la Palabra, en un Dador de la Palabra, en un Padre de la Palabra como él, como Luis Enrique Sam Colop, a quien Guatemala mató de tristeza y desolación hace cuatro meses y a quien, por supuesto, le hubiese encantado estar aquí para platicar con ustedes y beberse por lo menos una botella de tequila, y aquí está, en los vinos y en los tequilas que nos tomaremos por él, pero sobre todo está en las páginas memorablemente editadas, refulgentemente impresas por F&G editores, otro diamante que sólo pudo haber salido de las minas metafóricas de F&G editores, pues en sus sagrados talleres sólo están acostumbrados a pulir diamantes.
Ninguna biblioteca en el mundo estará completa a partir de hoy, si entre sus libros no aparecen los prodigios que Sam Colop distribuyó en esta su inolvidable y perenne versión del Popol Wuj.
¡Salud, caríssimo Sam, menos mal que Guatemala, antes de aniquilarte, aún te dio tiempo de concluir tan noble trabajo!
JL PERDOMO ORELLANA
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