Buenas
noches.
Quiero en primer lugar agradecer a Pablo Monsanto
la invitación para participar en la presentación de su libro “Somos los jóvenes
rebeldes. Guatemala insurgente” y ratificar como se lo dije cuando me lo
propuso que para mí es un honor tanto por la importancia que la obra tiene para
la comprensión de la historia reciente de Guatemala como por la posibilidad de
compartir la mesa con Patricio Rivas, chileno y autor, entre otros, de un libro
memorable Chile, un largo septiembre; Raul Figueroa Sarti, amigo y editor y
por supuesto Pablo Monsanto.
Monsanto es, como la mayoría de los que nos acompañan esta
noche sabe, uno de los líderes políticos de la izquierda revolucionaria con una
trayectoria de participación y acción que abarca cinco décadas. Medio siglo
comprometido y dedicado a un proyecto político dirigido a terminar con las
insoportables desigualdades que afectan a nuestra sociedad. Este período
histórico es sin duda uno de los más complejos y dramáticos en la historia de
Guatemala, en el que la voluntad de un porcentaje importante de la población
por liberarse de la opresión y construir una sociedad más justa se enfrentó a
la respuesta brutal del ejército, a la oposición de las clases dominantes y al
mismo gobierno estadounidense. La lucha guerrillera fue parte central de este
proceso y Pablo Monsanto uno de sus protagonistas que, de militante de la
Juventud Patriótica del Trabajo, la juventud comunista, pasó a convertirse en
combatiente guerrillero y desde esa posición pasó en el terreno, por todos los
grados militares de la insurgencia hasta ascender a comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas Rebeldes y en la década de 1980 a integrar la comandancia
general de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca URNG.
Se trata como dije antes de una prolongada trayectoria
política en uno de los períodos más complejos de la historia de nuestro país,
una trayectoria que –como la de los grandes líderes políticos– está definida
por aciertos y errores, por momentos luminosos y por períodos oscuros, por
victorias y también de derrotas. Desde esa óptica, no puede negarse que la
figura de Pablo Monsanto es polémica. Como se refirió a él Luis Cardoza y
Aragón en su libro Miguel Angel Asturias casi novela, “el legendario
Pablo Monsanto” no ha pasado desapercibido y ha sido sujeto de críticas desde
la derecha y también desde la izquierda.
En el campo de la derecha se construyó su imagen como el
representante de la línea dura de la insurgencia guatemalteca y durante las
negociaciones de paz se le presentó como el militarista, intransigente y
radical. Desde la izquierda, Pablo ha recibido críticas y cuestionamientos en
distintos momentos y por distintos motivos, sin embargo, en todos los casos
tiende a reconocerse su compromiso con la revolución guatemalteca.
No es este el momento para discutir la imagen que se ha
construido de Monsanto, y creo que el libro que se presenta esta noche ayudará
a esclarecer esto, pero, pienso que buena parte de esa crítica –alguna justa y
mucha derivada de la contienda política con la derecha y dentro de la
izquierda– refleja algunas de las características de Pablo, la coherencia de su
compromiso político y la firmeza para enfrentar lo que el llama la lucha
política e ideológica.
Sobre el primer aspecto, desde principios de la década de
1960 Pablo tomó una opción política radical, que en esos años y en las
siguientes décadas significó también el riesgo de su vida, y que ha mantenido
hasta la fecha. Muchos de los líderes insurgentes que terminaron la guerra
optaron, por razones legítimas, por retirarse a la vida privada, otros optaron
por servir a las clases dominantes, algunos incluso, se han prestado a negar los
actos de genocidio realizados por el Estado en contra del Pueblo Maya. Pablo
por el contrario, se ha mantenido en la posición política escogida, la
izquierda revolucionaria y adscrito al proyecto socialista. No es extraño que
en uno de los primeros números de la revista ContraPoder Pablo haya sido
presentado como el “último comandante”. Podemos tener diferencias de criterio y
críticas a su acción en el campo político partidario, pero no puede negarse la
continuidad y consistencia de su participación política.
El segundo aspecto tiene que ver con la firmeza y la
fuerza para enfrentar la lucha política. En esto, la experiencia de la Sierra
de las Minas es determinante, pues se trata de un dirigente militar y político
forjado en el fragor del combate con el ejército de Guatemala que estuvo
apoyado por los servicios de inteligencia y el ejército de los Estados Unidos.
Y en este enfrentamiento militar, cualquier vacilación podía ser mortal.
Esta experiencia militar muy temprana de Pablo estuvo
también vinculada a las diferencias en el interior de las mismas fuerzas
revolucionarias y, como se muestra en el libro, las decisiones políticas
tuvieron consecuencias en el campo militar. Y los conflictos entre el PGT, las
FAR y el MR13 tuvieron impacto en el desenlace de este período. La forma de
encarar la lucha política fue también forjada en este período en el que los
errores y las indecisiones ponían en riesgo la vida de los insurgentes.
La trayectoria de Monsanto como señalé, abarca cinco
décadas, y el libro Somos los jóvenes rebeldes trata el período inicial
en la trayectoria y la vida política de Pablo que coincide con el inicio de la
lucha armada en Guatemala. Como ya lo ha anunciado, tiene planificado escribir
dos libros más.
Este primer libro se desarrolla entre 1960 y 1968 y los
hechos analizados tuvieron consecuencias en el devenir de la historia política
del país y definieron la conducta de los actores en contienda: el ejército, las
clases dominantes, el gobierno de Estados Unidos, las clases populares y los
grupos guerrilleros. Lo ocurrido en la Sierra de las Minas fue un antecedente
de lo que ocurriría en Guatemala en la década de los ochenta y también fue una
escuela de contrainsurgencia que se aplicaría en otros países de América Latina
y en el sureste asiático.
¿Qué es lo que aporta el libro de Monsanto para entender
este período?
A
diferencia de la década de 1980, donde existe una cantidad importante de
material bibliográfico de diverso tipo sobre la guerra en Guatemala, sobre la
década de 1960 es relativamente poco lo que se ha publicado.
Durante mucho tiempo, la versión prevaleciente sobre este
período, ya que era prácticamente el único documento de circulación amplia, fue
el artículo escrito por Ricardo Ramírez y Regis Debray titulado “Las pruebas de
fuego” que fue incluido en el segundo tomo de La crítica de las armas de
Debray, publicado en 1975 por la editorial Siglo XXI de México. Antes de este,
la editorial Tricontinental publicó la biografía de Turcios Lima elaborada por
Ramírez con el seudónimo de Orlando Fernández. Este tuvo menos divulgación.
Obviamente, la distribución latinoamericana y el prestigio
entre la izquierda mundial que en ese entonces tenía Debray convirtió a “Las
pruebas de fuego” en un libro de referencia. Este no fue en sentido estricto un
texto académico ni testimonial, era un documento de carácter político que, a
partir de una interpretación de la experiencia guerrillera de los años sesenta,
buscaba justificar la ruptura de un contingente de insurgentes con el Partido Guatemalteco
del Trabajo (PGT) y las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) para de esa forma
legitimar nacional e internacionalmente el surgimiento de la Nueva Organización
Revolucionaria de Combate (NORC). (Esta afirmación no es portadora de ningún
juicio, como historiadores, al realizar el ejercicio de interrogar las fuentes
se busca entender el sentido y el objetivo con el que fue elaborado determinado
documento).
El apartado a Guatemala de la crítica de las armas está
directamente relacionado con la experiencia insurgente en la Sierra de las
Minas; sin embargo, algunas afirmaciones e interpretaciones no coinciden con
los hechos relatados en el libro. Me parece que el libro de Pablo no sólo
complementa y obviamente cuestiona algunas de las afirmaciones de “Las pruebas
de fuego”, sino que sobre todo, desmitifica algunos asuntos de este período,
como el papel del Frente Edgar Ibarra –Pablo permanece en éste hasta el final–
y establece en su justa dimensión el papel de los jefes guerrilleros,
incluyendo el del comandante de las FAR Luis Augusto Turcios Lima. Asimismo, da
cuenta de la distancia entre quienes desde fuera del país pretendían conducir
la guerra, y la realidad que se vivía en las zonas de combate. Ilustrativo de
esta situación me parece el relato sobre el posicionamiento del PGT y de las
FAR en relación con la candidatura de Méndez Montenegro y las contradicciones
que generó y las consecuencias que tuvo el apoyo a esta candidatura.
En los setenta, en el ámbito de la clandestinidad y por lo
tanto con relativa poca circulación se publicaron varios análisis de la
experiencia de los sesenta. Desde el PGT, una parte de los Apuntes para la
historia del Partido de Huberto Alvarado y, desde las FAR, entre otros los Fundamentos
Teóricos de las FAR.
No fue sino hasta después de la firma de la paz cuando se
publicaron varios testimonios sobre la insurgencia de los años sesenta. Dentro
de estos se destaca La guerrilla fue mi camino de César Montes publicado
en 1997; Los años de la resistencia: episodios sobre las guerrillas urbanas
de los años 60 de Miguel Angel Sandoval de 1998; Ese obstinado
sobrevivir de Aura Marina Arriola y La guerra de los 36 años vista con
ojos de mujer de izquierda” de Chiqui Ramírez publicado en 2001. Los tres
textos mencionados fueron elaborados por personas que militaron en las FAR
durante este período. Mientras los tres últimos hacen énfasis en la experiencia
urbana, el primero, de César Montes presenta un panorama de la trayectoria de
su autor que va desde su participación en las FAR hasta su participación en las
tropas especiales sandinistas pasando por su papel en la fundación del Ejército
Guerrillero de los pobres y su incorporación a la lucha del pueblo salvadoreño.
A diferencia de otros “textos canónicos” de la historia
reciente en los que la figura de César Montes es subestimada o simplemente
borrada, en el libro de Pablo, César es un protagonista de primera línea. Y su
papel como dirigente es objeto de reconocimiento y crítica.
Para terminar este recorrido historiográfico, el año pasado
en el segundo tomo de la Historia Reciente de FLACSO Guatemala se
publicó el artículo titulado “El primer ciclo de la insurgencia revolucionaria
en Guatemala (1954-1972)” de Carlos Figueroa Ibarrra, Guillermo Paz Cárcamo y
Arturo Taracena Arriola. Este capítulo en buena medida se alimentó de dos
textos importantes que permanecen inéditos: “Orígenes y primera etapa del
conflicto armado interno en Guatemala 1954-1971” de Taracena elaborado para la
Comisión para el Esclarecimiento Histórico en 1998, y la tesis de doctorado de
Figueroa Ibarra “Violencia y revolución en Guatemala, 1954-1972”. Estos textos
como el capítulo mencionado se fundamentan en documentos internos del Partido,
las FAR y el MR 13, en entrevistas con varios de los protagonistas de estos hechos
y en una amplia bibliografía.
En Somos los jóvenes rebeldes. Guatemala insurgente,
encontramos mucho más que el relato testimonial de un joven comunista que fue
de los primeros guerrilleros en entrar a la Sierra de las Minas y participó
personalmente en la implantación, el desarrollo, el crecimiento y la derrota de
dicho frente. Se trata de un relato analítico que no se basa solamente en la
memoria de su autor, sino que recurrió a hemerografía, a entrevistas –tanto con
insurgentes como con sobrevivientes de las bases de apoyo en Zacapa– y que con
esto logró construir una historia detallada, honesta y crítica de esta primera
experiencia guerrillera.
A diferencia de otros libros o testimonios de jefes
guerrilleros en los que tienden a resaltarse las virtudes y los triunfos, en el
libro de Pablo encontramos la vida cotidiana de estos insurgentes sesentistas,
que pasaban meses caminando por la sierra acondicionando depósitos de armas y
alimentos, que soportaban las inclemencias del clima, que, como todos los seres
humanos tenía virtudes y defectos y que, en su momento, tuvieron que enfrentar,
con pocos recursos una ofensiva militar que llevó al cerco y a casi el
exterminio de este grupo de combatientes.
En el texto de Pablo, existe una casi obsesión por recuperar
los nombres y las historias de esas decenas de insurgentes que sacrificaron sus
vidas en la Sierra de las Minas. Me parece que a través de esto Monsanto busca
y logra que esos nombres y esas vidas no se olviden y ocupen su lugar en la
historia.
En este libro, Monsanto no se presenta como el héroe o
como el protagonista principal, en muchos pasajes está ausente y se hace
referencia a Pablo o Manzana, el guerrillero casi adolescente que comete
errores, que soporta prolongadas sanciones, que sobrevive combates y que se
equivoca y reconoce los errores de los jefes insurgentes. Un guerrillero que
también sufre por la muerte de sus compañeros y que ve crecer y ser destruidas
las bases sociales de la guerrilla.
El libro que esta noche comentamos contribuye a
desmitificar a la guerrilla de los sesenta, reconociendo y explicando los
errores, los fracasos y las derrotas del período. Y, como su nombre lo indica,
nos dibuja el cuadro de una generación de jóvenes rebeldes, decididos a hacer
en Guatemala una revolución, a enfrentar a un ejército poderoso y brutal y a
batirse con el imperialismo. Muchos de sus jefes y combatientes no pasaban de
los 25 años pero estaban decididos, como lo señala el lema de las FAR, a Vencer o a Morir, por Guatemala, la
Revolución y el Socialismo.
Y, en medio de las adversidades, de
un cerco militar, de represalias brutales contra la población civil, de
traiciones y cambios de bando, de torturas, asesinatos y secuestros, la
decisión de estos insurgentes de no capitular y de resurgir una y otra vez de
las cenizas para continuar la lucha por transformar este país. El libro de
Pablo Monsanto es eso y mucho más y por eso, vale la pena leerlo, debatirlo,
cuestionarlo y utilizarlo para entender la historia reciente de nuestro país.
Muchas
gracias
(*) Palabras
en la presentación del libro el 13 de noviembre de 2013.