lunes, 31 de octubre de 2011

“Buenas costumbres”, por Vania Vargas




Buenas costumbres
Denise Phe-Funchal
F&G Editores
Guatemala, 2011


La gente es rara. Nunca he podido
acostumbrarme a la idea de que
también soy gente, y que a lo mejor
confunda mi propia muerte con otra cosa.
Rafael Menjívar Ochoa
Cualquier forma de morir

Interesantes hallazgos resultan de esa extraña costumbre de observar, tan arraigada en sociólogos, escritores y otros miembros de esa especie que, de un salto metafísico alcanzan el nivel de desdoblamiento que les permite convertirse en el gran ojo que se abre y se cierra sobre la sociedad, ese espacio que se vuelve relativamente pequeño a fuerza de patrones de comportamiento que obligan a los seres humanos a repetir sus acciones vitales hasta el infinito.
Uno de tantos roles que desfilan por el círculo de la tradición es el de la mujer: portadora del estandarte de las buenas costumbres a lo largo de las generaciones. Su tarea ha sido repetirlas, transmitirlas, inculcarlas, hacer tratados sobre ellas, metáforas, parábolas aleccionadoras ante la supervisión, claro está, del jefe de la manada, de la familia: ese germen primigenio.
En el momento en el que Denise Phe-Funchal, socióloga y escritora, se lanza en un clavado desde la observación, hacia la personificación de estos fenómenos, en el momento en el que, como un médium, se deja poseer por ellos, es cuando se empiezan a escuchar voces que dictan desde el lado oscuro las coordenadas para develar toda la violencia, todo lo macabro que sirve como base para levantar los cimientos de las “buenas costumbres”, esos pilares sobre los que se funda la sociedad ideal.
Es así como desde el mismo título del libro y la circunstancia de su autora empieza el discurso, el guiño para el lector cómplice que no tendrá otra opción que acercarse a esa dimensión en la que nada es lo que parece, asomarse a cualquiera de las 18 narraciones: agujeros que se hacen cada vez más densos, más impredecibles, en la medida del descenso.
“Buenas costumbres” es una recopilación de 18 relatos que son, a su vez, voces en off que acompañan un recorrido de ida y vuelta por los círculos infernales que se vislumbran detrás de la apariencia de rectitud y perfección de la sociedad contemporánea, tan llena de obsesiones y violencia.
Círculos por los que desfila la gente sin percatarse de que no avanza: la gente tan rara de la que habla en la cita inicial Rafael Menjívar Ochoa, la gente que moldea a golpes las imperfecciones para que se parezcan a la abnegación, al honor, la dignidad, la integridad y la rectitud. La gente que llega a encarnar sus costumbres a fuerza de repetición, la gente tan plena en su humanidad, tan horrenda en su humanidad.
Los relatos agrupados en este libro están atravesados por esa misma línea invisible, de la que se aferran, además, algunos temas que ya son parte característica de la obra de Phe-Funchal: la muerte: la propia, la ajena, siempre la muerte; la religión y sus vericuetos; la madre castrante, y el amor que detrás de su imagen sublime esconde el temor y el asco: un complejo de Edipo que se repite de mujer en mujer, que la va convirtiendo en el hígado de Prometeo que hay que devorar ad infinitum; o el erotismo que tiene tanto de oscuro, de lucha, de violencia sutil.
La narrativa de Denise es cuidadosa, exacta. Sus dotes de observadora y escritora no hacen de sus textos una simple transcripción. Más bien, sus historias tienen la astucia de llevar al lector a través de un traslado imperceptible que va desde la realidad al sueño, pasando por la locura. Son relatos que muerden, relatos perversos, pero ante todo inteligentes. A la altura de las grandes narradoras centroamericanas que, a mi parecer, se concentran en El Salvador, ese país al que el oficio escritural y el corazón de Denise Phe-Funchal están íntimamente ligados, el país de Jacinta Escudos y de Claudia Hernández.
“Buenas  costumbres” es así, una recopilación de metáforas que arman una gran metáfora. Es un tratado que habla en realidad de esa vieja costumbre de la ironía, la sonrisa torcida, la malicia. La costumbre de correr el velo y dejar al descubierto lo más sórdido.
Quizá buenas costumbres para unos; malas para otros.
Si este último fuera su caso, sepa que según René Descartes, es de las malas costumbres de las que surgen los buenos libros.


Vania Vargas


2 comentarios: